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TAXINSIDE

NO TODO ES DE COLOR DE ROSA...

Jueves noche. LLueve. He amanecido ( a eso de las cuatro de la tarde) con un fuerte dolor en la garganta. Amigdalitis, seguramente. Llevo padeciéndolas desde los ocho años. Hasta el momento, sólo me han tocado viejecillas que se quejan del precio de las tarifas, una madre con un niño insoportable y un ex-combatiente del Vietnam un tanto ebrio que no cesaba de exaltarse ante un patriotismo pasado de moda. " Gingle Road 27. Una cuadrilla de amigos que seguramente vuelven del partido de los Giants. Se percibe el alcohol". Gingle Road era conocida por su zona comercial durante el día y sus pubs de ambiente por la noche. Justo al lado del estadio de los Giants. Decidí subir la cristalera que me guarnecía de los pasajeros presumiblemente peligrosos. Una vez allí, bingo. Un grupo de incondicionales "supporters" que no cesaba de cantar y discutir ácidamente entre ellos. "¡ Nos han robado el puto partido! ¡ Estoy hasta los cojones de que nos piten en contra!"- su comentario terminó con un brusco golpe en la cristalera. -Tranquilos, chicos, el partido ya ha terminado. Otro día ganaréis-. "¿ Y tú qué coño sabes? Calla y conduce, que es lo único que sabes hacer". Paré el coche y les obligué a bajarse. No podían ser tan malos si iban al barrio residencial de Dowe. Seguramente, tres niños de papá que se tornaban un tanto violentos cuando bebían e iban de ocho en ocho. No rechistaron y se bajaron. Perdí una carrera pero recuperé la paciencia. En mi taxi yo soy quien manda.

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