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UNA NOCHE EN EL GUETTO

UNA NOCHE EN EL GUETTO Aquella noche preinvernal me designaron como campo de acción el problemático distrito de Hackney. Esta área, quizás por estereotipos falsamente infundados, era conocida en toda la ciudad como una zona problemática, habitada por negros y grupos sociales procedentes de antiguas colonias de la Commonwealth, generalmente indios y pakistaníes. Muchos compañeros del gremio rehusaban montar negros en sus cabinas.- "Yo no soy racista, Jack, pero si dejas que un negro se suba en tu taxi a partir de la una de la mañana, lo mejor que te puede pasar es que se pire sin pagarte. Entonces, deberás dar gracias al Cielo por la sutileza de tu pasajero"-.
Nunca hice caso de esos prejuicios. Mi familia, híbrida entre polacos e irlandeses, las había pasado canutas para hacerse un hueco en esta sociedad anglosajona, y desde crío había convivido con gentes de diversas etnias. De hecho, la población negra siempre me había parecido más de fiar que los esnobs blanquitos con aires de grandilocuencia.
Así, pues, y sin ningún tipo de temor, me adentré en la jungla cosmopolita. Mientras me disponía a introducir un cassette de Goran Bregovic en el obsoleto aparato de mi vehículo, recibí la primera orden del día: " Hackney Road 35, Jack". Me dirigí hacia el punto, no sin antes consultar el complejo mapa urbano. Una vez en la calle indicada, me encontré ante un individuo de raza negra que se resguardaba del frío. -" Linton Town 12. Justo a medio camino entre la ópera y el McDonald´s, hermano"-. Una vez instalado,desquitada la gabardina y protegido del aire helado, se descubrió un tipo trajeado, con un educado discurso( mucho más apropiado y culto que mi proletaria y llana forma de hablar) y con un esquisito gusto musical. Departimos amistosamente y, alcanzado el lejano destino, no escatimó en brindarme una suculenta propina. Se llamaba Trevor, acudía a la ópera y llegó a confesarme que se subvencionaba tan refinadas aficiones con dos trabajos, uno como barrendero, por las mañanas, y, otro,por las tardes, en una casa de apuestas.
Eran ya las tres de la mañana y ya estaba impaciente por recibir a mi siguiente cliente. Hackney no estaba nada mal en el fondo.

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